9.29.2008

Alto Guadiana: predicar en el desierto

Los árabes desconocían que aquella región que bautizaron como Al Mansha, o “tierra seca”, sólo lo era en superficie. Olvidaron las descomunales masas de agua que serpenteaban bajo sus pies. Desgraciadamente, la acción del hombre está convirtiendo en realidad esa desafortunada etimología.
La Mancha es ahora víctima del cambio climático, pero, sobre todo, del uso fraudulento e indiscriminado de los recursos hídricos del subsuelo. Al mismo Don Quijote le sería imposible recorrer su propia ruta, 400 años después de sus literarias andanzas, una vez barridas del mapa las dehesas, bosques, ríos, lagunas y alamedas que fueran escenario de sus desvaríos.
Esta agonía se ha agudizado alarmantemente en las últimas décadas, de forma especial en el Alto Guadiana. Antaño, su riqueza hídrica jugó un papel esencial en la conservación de la biodiversidad de la zona, que llegó a contar con 106 humedales, incluidos el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera y el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel.
En la actualidad, y según datos de las asociaciones ecologistas, la sobreexplotación de los acuíferos 23 y 24 ha provocado ya la desaparición del 60,38% de La Mancha Húmeda, mientras que las Tablas de Daimiel se han convertido en un enfermo mantenido sin dignidad por respiración asistida, con una media anual de 30 hectáreas inundadas artificialmente, frente a las 1.800 que tuvo en sus mejores momentos.
Igualmente triste es el panorama en los Ojos del Guadiana. De hecho, la realidad desmiente lo enseñado en las viejas escuelas: desde hace 20 años, el fiel escudero del caballero Durandarte, encantado y convertido en río, ya no nace allí.
Después de años de dejación frente a la anarquía de extracciones ilegales con destino a cultivos de regadío insostenibles, como el maíz o la alfalfa, la Confederación Hidrográfica del Guadiana, conjuntamente con los gobiernos regional y nacional, están ejecutando la que, según ellos, será la solución para el mantenimiento de un uso sostenible de los acuíferos de la cuenca alta del río cervantino. Se trata del Plan Especial del Alto Guadiana (PEAG), avalado por un abrumador presupuesto de más de 5.300 millones de euros para el periodo 2007-2027, el mayor otorgado jamás a un proyecto de recuperación ambiental. Ésta se llevará a cabo, principalmente, mediante la compra de terrenos y de sus derechos de riego correspondientes, pero habrá que ver los resultados de semejante traca monetaria.
Frente al optimismo del Ministerio de Medio Ambiente y la Junta de Comunidades, planea la sombra de la duda, arrojada por la totalidad de las organizaciones ecologistas más importantes de España. Al parecer, el PEAG mantiene unas extracciones legales y una superficie de regadío muy parecidas a las exigidas anteriormente, y existen numerosos regantes ilegales que no serán tenidos en cuenta en el proceso de compra de terrenos. Todo esto arroja inquietantes interrogantes. ¿Seguiremos predicando en el desierto?

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