9.25.2008

Baroja, Andía, y los seres que atraen al Mal

Pues mirusté por dónde, que me pirra Baroja; que siempre me acaba engatusando, a pesar de los pucheritos de remilgada repugnancia que ha provocado en la crítica más señoritinga. Quizá sea porque a uno, que es proclive a ver siempre el asunto muy negro por mor de los capirotazos de la vida, le produce una gozosa empatía ahogar sus penas con las de otro que le gane a aguafiestas. Y qué duda cabe de que Pío Baroja ha sido el mayor cascarrabias de nuestra Literatura: un pulguillas de cuidado, un recalcintrante avinagrado, un glorioso e irredento agonías.
Si ese fondo existencial se condimenta con unas sabrosonas historias del mar, la mezcla se torna en un chutazo irresistible. Éste es el caso de "Las inquietudes de Shanti Andía", una de mis novelas favoritas, aunque paradójicamente sea una de las que más defectos de estilo y construcción presente.
Shanti Andía es el cenizo típicamente barojiano, un personaje atormentado que mira con incrédula estupefacción el torbellino de locura que le rodea. Shanti se ve involucrado en duelos de honor, tempestades peliagudas y demás gajes marineros, pero estas aventuras son monerías de nenaza comparadas con las del tío...
Si la primera parte es una meláncolica remembranza de la niñez, todo un homenaje poético a las leyendas marinas, de piratas y de conquistadores en búsqueda de El Dorado (ojito a las horripilantes historias que Baroja nos refiere sobre Lope de Aguirre, el Traidor), en la segunda parte el protagonismo se lo lleva el tío de Shanti, Juan de Aguirre. Qué aventurero, qué marino, qué sombra de amargura que desafía al mar, en una época en la que aún existía lo desconocido, en la que muchos puntos del mapa aún estaban en blanco, o con un inquietante tritón pintado en el vacío.
Juan de Aguirre sigue la estela de los personajes conradianos, rodeado de seres que atraen el mal, arrastrados al vicio y a la ruina, en el más sórdido de los escenarios: "El Dragón", un barco negrero que prácticamente es la personificación de la Maldad. Los capítulos que se desarrollan en este demonio de madera y, posteriormente, en el pontón, un ataúd flotante en las costas inglesas, parecerían el relato de una pesadilla si no fuera porque están basados en crónicas y hechos contrastados por el propio autor.
Pensar que brutalidades como las descritas; que esos energúmenos patibularios, despiadados y sanguinarios; y que esa mezquindad, avaricia y crueldad siguen formando parte de nuestro mundo, no invita demasiado al optimismo. ¿Eh, tío Baroja?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

También yo tengo "Las inquietudes de Shanti Andía" entre mis novelas preferidas de toda la vida. "El laberinto de las sirenas", también.

Felicidades por el blog.

Un saludo

Flint

Santos G. Monroy dijo...

¡Gracias Flint! "El laberinto de las sirenas" es otra maravilla que leí hace años, y de la que ya tengo "mono" de relectura. ¡Saludos y seguimos en contacto en abretelibro!