Publicar un disco como "Spirit of Eden" en 1988 tuvo que ser como pinchar metal avant garde en la fiesta donde una horda de gañanes bailan "Paquito el chocolatero", posesos y eufóricos en su cénit alcohólico.
Los ojos inyectados en sangre, los tics, las tragantonas, respingos y convulsiones de los directivos de EMI tuvieron que ser antológicos cuando el líder de Talk Talk, Mark Hollis, les presentó su nuevo trabajo.
Muchos meses antes, los incautos ejecutivos de la discográfica dieron total libertad al grupo durante la grabación del disco; y tuvieron, incluso, la machada de firmales un cheque en blanco para la producción.
Pero los zagales les armaron un zurriburri de tomo y lomo (y de centenares de miles de dólares) que les dejó sin hipo durante un año: "¡Pero cómo va a ser, caballeretes de mis entretelas, que en un mercado dominado por el delirio tecno pop se saquen de la manga un género nuevo que es imposible promocionar en una radio convencional! ¡El patatús! ¡Que me da el pa-ta-tús!".
Y esos chicos de la new wave ochentera, los flequilleros con corbata que hacían meliflua música adolescente, se convirtieron de la noche a la mañana en el enfant terrible de la industria musical merced a esta maravilla de trabajo que rompía brutalmente con todo lo anterior.
Estas canciones dilatadas, ritmos etéreos y resonancias cavernosas daría lugar posteriormente a lo que se ha denominado post rock, pero, entonces, algunos críticos llegaron a afirmar que un disco como Spirit of Eden significaba muchas cosas, pero todas con muy mala pinta y un denominador común en múltiples idiomas: un caput, un se fini, un arrivederchi comercial.
Bienaventuradamente y en buena hora, el trabajo fue publicado para mayor gloria del rock... Quizá por no desperdiciar totalmente la pasta invertida y los meses de trabajo en una iglesia abandonada, con una orquesta y un coro de catedral al completo.
A mí todavía me tiemblan las carnes al escuchar este suspiro emocional, estas canciones que parecen ralentizar la sangre en las venas, las armónicas arrancadas al viento de un desierto americano, los órganos trascendentes, las voces sinuosas y acariciantes... ¡Por vida de...! Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que es uno de los discos más bellos de la Historia.
Al menos así me parece ahora, mientras lo escucho imaginando líneas de lluvia resbalando en la ventana: sin duda, el mejor pentagrama para esta filarmonía de sentimientos.
LUCRECIA BORGIA EN ELDA
Hace 5 semanas
3 comentarios:
Sin duda,uno de esos discos que son parte de la banda sonora de mi vida, esta en algun lugar de los momentos oscuros y extraños que uno a pasado.
De donde se deduce que los magnates de las discográficas no siempre tienen razón. Y a este respecto hay que agradecerles que, aunque les pareciera este disco un bodrio, sólo por el interés crematístico se decidieran a publicarlo. Me ha gustado mucho. Besitos.
Jeje, Isabel. Los magnates (mangantes) de las discográficas NUNCA tienen razón. A la mayoría les importa un bledo el arte. Para ellos lo importante son esas piezas metálicas que toman su nombre de la vigilia de las ocas sagradas de la diosa Juno...;)
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