1.14.2009

La Posada de los Pantanos: el escenario de una aventura medieval

Alocén (Guadalajara) es pueblo limpio y antiguo, perlado de rocío montaraz. Hay mañanas en que las nieblas bajas invaden la superficie del pantano de Entrepeñas, y durante esas pocas horas Alocén se antoja como un humilde Olimpo que emerge entre vapores algodonosos, o un castillo hechizado construido sobre las nubes por los gigantes de los vientos.


No ha mucho el destino me llevó allí, y a La Posada de los Pantanos, un hotelito con porte de posada medieval, los aires de un luminoso refugio en las misteriosas encrucijadas de la aventura, y la atmósfera de fábulas ancestrales. Por la noche cobra tintes mágicos, y parece arrullada en un hechizo druídico que fascina y reconforta al viajero con la algodonosa sensación de una hoguera en bosques nocturnos. El establecimiento goza del cálido ambiente de un caserío familiar y, ni que decir tiene, de las comodidades de un hotel de lujo gracias a su inclusión en la prestigiosa red Rusticae. También es ideal para reuniones de empresa...


Pero el verdadero tesoro de La Posada de los Pantanos es la sonrisa de sus responsables, que vale mucho más que todas las estrellas Michelín juntas.
Chus Cárdenas Cuerda es la amiga que espera al final del camino, o la joven colega de viaje, o la cocinera de proverbial suculencia. Ella es el alma de la casa. Ella es un encanto. Y sólo por ella, por sentirse cuidado y atendido como ella lo hace, merece la pena repetir visita.
Y si Alocén agasaja con un tiempo detenido en la preciosista y dramática estampa de su paisaje, esta posada lo hace con el beso del esmero: el esmero en la decoración, que ensambla graciosamente el art nouveau con los detalles tradicionales (latón, madera, aperos de una bella y entrañable antigüedad...). Y el esmero en la cocina, que se desliza en bucles deliciosos entre vanguardia y tradición, el binomio ganador de la gastronomía.


A la comodidad de las seis estancias, algunas con magníficas vistas a la calle Mayor y al Pantano de Entrepeñas, hay que añadir el atractivo de otros servicios. El agradable jardín interior, el salón con chimenea, la piscina municipal gratuita para clientes, la posibilidad de contratar masajes terapéuticos, el inmenso potencial del entorno para la práctica del senderismo, la equitación o la vela, así como la cercanía de joyas monumentales (Cifuentes, Pastrana, Trillo..) convierten a La Posada de los Pantanos en escenario digno de la más apasionante aventura. Porque, a buen seguro, el viajero se despedirá de él con la melancolía de quien desea el regreso inminente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este post me ha recordado a un pueblo de Cantabria que se llama Bárcena Mayor. Muy cuidado, pero cuando lo visité había mucho turista.

Anónimo dijo...

Que lindo lugar. Es que en España hay lugares tan maravillosos. Espero un día poder darme el gusto de pasarme una vueltita por allí.

Santos G. Monroy dijo...

Ángel: es lo que pasa en algunos sitios. Pero lo "bueno" de este pueblo, y de otros muchos rincones de Guadalajara, es que siguen siendo injustamente desconocidos, pese a ser unos de los lugares más bellos de España.
Corto: ¡No te olvides de avisarme si algún día cruzas el charco! ¡Seré un buen cicerón! Saludos!