
El tiempo ha puesto a cada uno en su lugar, y Pink Floyd sigue siendo celebrada como una de las agrupaciones más influyentes de todos los tiempos. Por eso, sucesos como el reciente fallecimiento de su teclista, Richard Wright, se merecen una mejor cobertura por parte de los grandes medios de comunicación españoles, que han ignorado totalmente o pasado de puntillas por la noticia, mientras anuncian a bombo y platillo cualquier tordo-anécdota discográfica de nuestras glorias nacionales, ya tengan nombre de oreja, ya rastas de diseño, ya hagan moñaflamenco, ya clonarumbapop.
Wright ha sido, amén del miembro más simpático y menos polémico de la banda, un puntal imprescindible en la personalidad musical floydiana. Y ha sido responsable, junto a la lánguida guitarra de Gilmour, de esos viajes sónicos por las diminutas galaxias de la mente, de esa textura astronómica, de esa locura iridiscente de supernova que estalla y muere en un fractal de sonidos. Wright ya es polvo estelar. Que el Espíritu Galáctico lo acoja en su seno.
2 comentarios:
Amén
Diría incluso que sin el los Pink Floyd hubieran seguido un camino muy diferente. La evolución de la banda lleva claramente su batuta desde el mítico "The Piper at the gates of a dawn" hasta el Dark side of the moon", es decir, los discos más importantes (e interesantes)
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