11.02.2011

La educación en el sectarismo y la “Roja” como terapia


Gustamos los españoles de odiarnos con fruición, viendo motivaciones oscuras en los pensamientos del otro. La política española conserva aún cierta pátina sangrienta, y un sentido revanchista que invoca trasnochadas luchas de clases. Da igual que se trate del agua o del paro, del terrorismo o de la salud, de la educación o de las pensiones. Los mensajes simplistas son alimentados por dirigentes que hacen malabarismos con los miedos y las fobias del subconsciente colectivo. No caben matices. La ultramilitancia es el refugio, y los agnósticos ideológicos son peligrosos herejes que merecen la condenación eterna.

¿Conviene a la clase política una verdadera educación en valores y en ciudadanía que retire las vendas del ultramontanismo? Parece como si sólo interesara que los españoles sigan anclados intelectualmente en una brutalidad visionaria, en un sectarismo que condene a la duda, el matiz y el razonamiento como pecados capitales.

Televisión e internet. Modernos campos de batalla de los españoles, descendientes de antropófagos numantinos y cotizados gladiadores. Un ADN maldito por el recelo recorre nuestra arquitectura celular. Siglos de resentimiento en la realidad virtual y en medios de comunicación por donde aún se antoja que camparan castellanos viejos, soldados de Cristo, mercenarios a sueldo, parientes del terrible Campeador, tercios de Flandes, negreros de los siete mares, generalísimos sanguinarios, épicos comunistas y verdugos de checa.

Claro que aquí siempre nos las hemos repartido como panes bajo la batuta del más listo, que ha sabido dirigir el cotarro a resguardo del pedrusco más grande. El resto, endémicos duelistas. Borbones contra Austrias, carlistas contra isabelinos. En el ruedo ibérico se extiende la sangre de españoles republicanos, franquistas, anarquistas falangistas, socialistas... Sangre de ejecuciones sumarias en cárceles grises, sangre de turismo penitenciario, sangre fácil del tiro en la nuca.

El resumen telegráfico de la historia española se ha escrito con puntos y rayas marcados por navajas y trabucos, mausers y colts, balas y metralla. Como corolario, aquel niño frío, frío, frío de Machado, y el lamento lorquiano en las barandas de la luna. Y, siempre detrás, el listo tras el pedrusco, comandando la función, apelando al sacrificio, motivando enfrentamientos.

¿Interesa a nuestros políticos que el español se libere de clichés? Ni siquiera en democracia y ante una situación de emergencia nacional somos capaces de adoptar perspectiva, acicateados por una maquinaria política y mediática que, lamentablemente, sólo ha encontrado la rentabilidad en la banalización de los valores.

Sí. En lo único que nos han puesto de acuerdo ha sido con lo de “Roja”. Con Iniesta nos han vendido a Cascorro redivivo, la resucitada gloria de furias imperiales en un inofensivo campo de hierba. Así sea. Es el signo de los tiempos, y mucho temo que ya no tengamos arreglo.

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