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12.05.2008

Jethro Tull: "Songs from the wood" y la farra de los juglares


Escuchad. Viene atravesando la hojarasca. Es Tom Bombadil, el espíritu de los bosques. Huele a leña quemada, sus cabellos son de niebla, en sus ojos titilan hogueras en un claro de robles, y su voz es el son del viento en la hierba...



Jethro Tull firmó en 1977 este soberbio trabajo de seductoras espesuras tolkianas: de árboles viejos que nos miran con una tristeza de siglos, veredas que conducen a un ocaso cerúelo, posadas perdidas en los recodos de una aventura, viajeros que cantan canciones alrededor de un fuego de medianoche.
El líder de la banda, Ian Anderson, seguía siendo a finales de los 70 ese genial perrifláutico de conciertos fabulosos, el trovador chalao que encandilaba a hippies y neochamanes de la marihuana, mientras grababa discos que aún hoy exhalan magia por todas sus pistas.
Y "Songs from the wood" es uno de los exponentes de aquella época dorada. Un elenco de canciones pastoriles pinchadas en tablaturas rockeras, folk medieval de hechizos celtas para irse de farra con nuestros amigos los trolls, cachondearse con los ents de lo mendrugos que son los gnomos, echar unas risas con los druidas, o llevarse a la cama a esas antipáticas elfas, tan relamidas y virginales.
Claro que con este pelaje de lunáticos setentero-salidos...



...¿qué os esperabais?
El disco transmite un dulce cariño por la Naturaleza. Viaja por frondosidades catedralicias, persigue a Galadriel por los resquicios de la aurora, devuelve el delicado rasgueo de juglares en un festín, envuelve al invierno en una calidez de terciopelo verde, flirtea con la música de cámara, y nos anuncia una Navidad montaraz como una égloga de cascabeles y violines.
Aún hoy, es un placer regresar a esta pequeña maravilla. Al placer de vivir en un mundo de héroes, misteriosas encrucijadas, pueblos de piedra y antorchas... Y Navidades sin burbujas Freixenet (¡Puag!).

10.24.2008

Mundodisco: El color de la magia y La luz fantástica

A ciertas edades, leer "El color de la magia" y "La luz fantástica" es como penetrar en ese patio interior donde encerramos nuestros sueños juveniles. Al menos, así ocurre con las generaciones que han crecido a la sombra de los umbríos bosques de Lorien, haciendo frente a los terrores del reino de Fantasia, y queriendo creer en trolls, elfos, esfinges amenazantes, dragones quiméricos, o paladines temerarios.
Estos dos libros, que forman un todo unitario, son las dos primeras novelas de la colosal saga del Mundodisco de Terry Pratchett: en mi opinión, y sin duda, el mayor momumento literario que haya dado a luz el género de la fantasía, unos Episodios Nacionales de la imaginación, y una enciclopedia satírica del imaginario fantástico europeo.
Estos 36 volúmenes son el fruto de un esfuerzo titánico por trascender géneros y clichés. Pratchett ha construido un universo donde se dan la mano Leiver, Lovecraft, Tolkien, Ende, o Stephen King, por citar sólo a las influencias más evidentes, pero también podemos encontrar ecos de Homero, Cervantes y Shakespeare, amén de un delicioso regusto a novela gótica, negra, de ciencia-ficción y, por supuesto, a la mejor tradición flemático-humorística anglosajona (Monty Python, for example). Y todo ello mezclado con sabias referencias a la cultura celta, los mitos griegos, la Roma clásica o el antiguo Egipto.
Muchos consideran que las dos primeras novelas de la saga son las menos indicadas para penetrar en este mágico mundo. Realmente son las más flojas de la serie, pero no por ello menos interesantes. Para el neófito pueden representar una buena introducción porque nos meten en la piel de uno de sus mejores personajes, el genial mago Rincewind, un cagueta ejemplar, experto en el arte de huir. Él y su compañero Dosflores, el primer turista del Mundodisco, actúan como un remedo de Don Quijote y Sancho, mientras protagonizan su particular road movie por los más variopintos y disparatados parajes acompañados de personajes inolvidables.
Aunque los libros van tornándose más serios, ácidos, irónicos y oscuros conforme va avanzando la saga, ya en estos primeros encontramos el embrión de la crítica, sobre todo a la religión y a todas las formas de fanatismo.
"El color de la magia" y "la luz fantástica" ofrecen una lectura recomendable, no ya sólo como ejercicio de nostalgia para momentos en que apetecen libros poco exigentes: a algunos les pueden abrir las puertas a un mundo literario maravilloso. Porque lo mejor aún está por venir...

10.17.2008

Umberto Eco: El Péndulo de Foucault

Sí, sí, ya lo sé. A muchos se les atranganta esta novela de Umberto Eco. Pero, ¡teneos ahí, insensatos!: ahí está su gracia, en conseguir romper sus sellos ocultos, en superar los bretes que nos plantea este jugoso plantel de enigmas.
Yo, al menos, quedé atrapado por la barroca belleza de este misterioso libro que exige al lector una inusual implicación con la trama, como si él también formara parte del peligroso juego que inician los protagonistas.
"El Péndulo de Foucault" (1988) es para las noveluchas de esoterismo y de conjuras truño-templarias lo que el Quijote fue en el siglo XVII para los libros de caballerías: un bromazo fabuloso, una inteligentísima sátira que resulta, a la postre, mucho más interesante y divertida que los rocambolescos sugéneros literarios que pone en la picota.
Es una de esas obras que al final te plantea alguna turbadora pregunta. En mi caso: ¿cómo fui tan mendrugo de gastarme el dinero con "El Código Da Vinci"?
El libro se antoja como una auténtica enciclopedia del Ocultismo, pero pasada por la turmix de la ironía: los templarios adquieren estética de cómic, hay iluminados paranóicos, aventureros y farsantes de la mística, magos que parecen sacados de las novelas de Pratchett... Y está el Santo Grial, y el Conde de Saint Germain, y el budú, la Cábala, Nostradamus, los druidas, la masonería, la alquimia, la nigromancia, John Dee, el satanismo, la magia, la numerología de las pirámides, los rosacruces, el espiritismo, las leyendas sobre Shakespeare y Cervantes... Hay, incluso, arcanas interpretaciones del chasis de los automóviles.
"El Péndulo de Foucault" narra la historia de tres perdedores, Belbo, Diotavelli y Casaubon, tristes empleados en una oscura editorial milanesa que se nos presentan primero como detectives bibliófilos, auténticos Sam Spade de biblioteca, para convertirse después en artífices de un curioso plan para dominar el Mundo.
Todo empieza como un juego: para escarnecer a los escritores que detestan, se plantean el reto de reconstruir buena parte de la Historia Universal, desde un punto de vista hermético, mediante la analogía. Exactamente tal y como lo haría cualquier novelista de best-sellers. El autor demuestra así que cualquier teoría cobra validez con este procedimiento, y que sería posible relacionar al pato Donald con una lista de la compra y hasta con María Magdalena y la Sangre de Cristo, si se terciara la cosa. El problema vendrá cuando el plan urdido por los tres amigos tenga unas sombrías consecuencias...
No hay que capitular ante el injusto sambenito de novela para eruditos que crítica y público le colgaron a "El Péndulo de Foucault". Tiene sus momentos difíciles pero ¿qué aventura no los tiene? Ésta incluye, además, unos personajes entrañables, diálogos sarcásticos, imaginativos juegos de palabras, historias paralelas interesantes y un final inesperado y hermoso. ¡No desfallezcáis por el abrumador collage de información! Llegado el caso, siempre se puede echar mano de la wikipedia para contextualizar datos y fechas.
"El Péndulo de Foucault" es escarmiento para crédulos, pero también una excelente parábola de nuestras miserias, estulticias y fanatismos.

9.08.2008

El Mundodisco de Terry Pratchett

Confieso que descubrí esta maravillosa saga fantástico-humorística hace poco más de nueve años, y que fue a través de sus adaptaciones a los videojuegos. Vaya en mi descargo que las primeras traducciones al español no llegaron a nuestro país hasta principios de los 90, y que aquellos juegos (aventuras gráficas) eran, son, y seguirán siendo, dos auténticas y tronchantes obras de arte que sigo recomendando encarecidamente: Discworld 2 y Discworld Noir. Fue un flechazo a primera vista y, desde entonces, el escaso material que he podido localizar en las áridas llanuras manchegas, casi siempre en librerías de lance, o en apresuradas visitas a los centros comerciales de los madriles, ha ido a parar a la buchaca sin remisión.
Por eso, la noticia del año para frikis como el menda quizá haya sido la feliz idea de la editorial Altaya de publicar toda la serie de novelas de Terry Pratchett en un estupendo coleccionable, a tiro de kiosco, y a un precio que no llega a los ocho euros por volumen, en tapa dura y con un papel de mediana calidad (gracias a los dioses, no todo iban a ser coleccionables de ganchillo en este septiembre bendito).
Injustamente ignorado en España, Pratchett es uno de lo genios de la narrativa humorística anglosajona. Ha publicado hasta la fecha 36 novelas ambientadas en el disparatado universo de Mundodisco, de las cuales 23 ya han sido traducidas al español, si bien con desigual fortuna en lo que atañe a la calidad de los textos en castellano. Aún así, y para mi gusto, su genialidad está muy por encima de la de autores mucho más respetados, como Tom Sharpe.
Pratchett es el Cervantes de la literatura fantásica. Su obra se pasa por la piedra, con burla y escarnio despiadados, a la mayor parte del género, desde Tolkien a Leiber, pasando por J.K Rowling y su vomitivo Harry Potter. El aspecto infantil de las portadas de sus libros no debe engañar. La prosa destila mala leche por los cuatro costados, un delicioso regusto a lo Monty Python, y una ácida crítica a todo lo habido y por haber: la política, la codicia del ser humano, el mundo editoral, la ciencia ficción, la banca, la voracidad empresarial, la industria de la música, la religión... Pratchett deja pocos títeres con cabeza, y todo ello con unas historias estupendas, fantasía a raudales, unas tramas adictivas, un conmovedor cariño por los perdedores, y un tenebroso barniz "noir": una oscuridad y una sordidez inquietantes, que hacen que muchos de sus libros no estén recomendados para mejores de 16 años.
Siempre será un placer partirse la caja con ese entrañable hijo de puta del mago Rincewind, alternar con una panda de granujas en las sucias tabernas de Ankh-Morpork (allí donde la cerveza no se vende, se alquila por un rato) o consolar a la Muerte brindando con un estupendo vino de medusas enanas de la cosecha... del año que viene.

Para más información:

8.06.2007

Las Puertas de Anubis

Disfruté como un enano de la relectura de uno de mis clásicos favoritos de la literatura fantástica: Las Puertas de Anubis, de Tim Powers. Siempre he pensado que Powers es uno de los grandes maestros del género, y que esta novela condensa todas las excelencias del autor: una documentación histórica exhaustiva, un fino sentido del humor, un endiablado ritmo narrativo, y una desbordante imaginación a la hora de describir escenarios y situaciones. Las Puertas de Anubis nos pone en la piel de Brendan Doyle, un profesor de literatura que es contratado por un misterioso millonario para participar en un increíble viaje temporal al Londres de 1810, a una época marcada a sangre y fuego por las guerras napoleónicas. La novela introduce decenas de elementos que la convierten en única: la sabia mezcla de referencias literarias (desde Coleridge hasta Byron, pasando por Dickens); la galería de personajes sacados de cualquier cuadro de El Bosco, como ese ejército de mendigos deformados que sobrevive en las cloacas; o la propia ciudad de Londres, que aquí cobra el aspecto de una sombría metrópolis al más puro estilo "noir".Las Puertas de Anubis sigue un guión marcado por lo mágico, pero con una magia controlada, sujeta a reglas estrictas que evitan el "todo vale" para resolver argumentalmente las situaciones. Son interesantes también los rizos narrativos que Powers consigue jugando con los saltos temporales y los pasados paralelos. El libro se convierte así en un sabrosón divertimento que aporta, por otro lado, curiosas versiones de los mitos y leyendas egipcias, del hombre lobo, o del arquetipo de las máquinas del tiempo. Y todo con una digna traducción al español (marca de Albert Solé), que se lee apenas sin esfuerzo. Sin duda, un libro recomendado para solazarse de forma inteligente en las tórridas tardes veraniegas...